Érase una vez un hombre que saltaba por lo alto de los edificios haciendo cosas increíbles que jamás podrías creer para posteriormente publicarlas en Instagram y finalmente morirse a los 21 años.
Érase una vez un hombre un hombre que caminaba por una calle norteamericana con una pistola bajo su axila y a continuación le ocurrió algo que jamás se podría haber imaginado. ¿Quizás le oliese el gatillo a gatillo muerto?
Érase una vez una mujer que saltó en una bañera donde jugaban sus niños mientras los bañaba para evitar que se los comieran dos tiburones de plásticos que le compró el martes en una oferta flash de un gran comercio online. (No diré que es Amazon por no hacerle publicidad).
Érase una vez un tipo que le gustaba fotografiar precipicios desde abajo y de repente le cayó una piedra en la frente. Érase una vez hombre que caminaba por la calle y su sombra no dejaba de perseguirle. Érase una vez un perro que se salvó de un tumor cuando su amo comenzó a acariciarle todos los jueves de 9 a 11 de la mañana durante más de 80 semanas. Érase una vez un pastor que vigilaba su rebaño al que un rumano se le presentó para venderle cobre. Érase una vez una sociedad que no paraba de inventar cosas para ver quien obtiene más número de clicks en sus publicaciones.
Dicen que hoy en día la gente apenas se lee. Yo diría que lo que no paramos es de leer tonterías. Por ejemplo, esta entrada de blog.